domingo, 5 de enero de 2020

On body and soul (Ildikó Enyedi, Hungría, 2017): La belleza de lo imperceptible.



A veces, la belleza está en lo imperceptible, en los espacios vacíos, en lo que hay que llenar. Y, sin embargo, es el espectador quien los llena, quien cubre la ausencia de lo que no está; porque está de una extraña y oculta manera en cada sensación, en cada gesto que no se expresa, en cada movimiento que no ocurre. La narrativa, como la vida, se escurre de modo lento e imperceptible, como si fuese un sueño anodino en donde nada pasara y, al mismo tiempo, ocurriera todo.
Todo empieza en un sueño y todo termina sin él. Es un cuento de emociones contenidas, de emociones que ocurren entre el hastío de lo cotidiano, pero que, a través de él, y justamente por eso, logra explotar las emociones del espectador, precisamente porque no lo hace.

Muchas de nuestras historias se concentran en la exageración, para que el espectador se entere de lo que está ocurriendo. Esta película te exige lo contrario: que sea el espectador el que sienta todo aquello que en la película no se ha mostrado y qué, a causa de ello, se exprese de modo magistral: porque es uno, el espectador, quien está sintiendo sus propias emociones a través de lo que solo se sugiere en la pantalla. 
Y en eso radica su belleza.       

sábado, 7 de octubre de 2017

Madre, de Aronofsky: del mito judiocristiano a la insensatez.

"En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz". (Génesis).


Todo empieza en el final de una historia que da principio a la siguiente. Un incendio, un dios, una casa en ruinas, una piedra que es lo único que ha quedado para dar vida de nuevo, y reconstruir un lugar sagrado, un paraíso, una casa en el centro del edén y una mujer. Ella es un ángel, luz bella, Luzbel, al servicio del dios, que no parece estar satisfecho ni ser capaz de crear nada nuevo, aunque lo intente, y para quien ni ella ni nada es suficiente.
De una página en blanco nace un hombre que toca a la puerta y el dios lo recibe en contra de la voluntad del ángel que desconfía de él desde el primer momento. Pero el dios está fascinado con el hombre, con sus historias, con su imaginación; a pesar de su imperfección, de su debilidad, de su enfermedad, de su mortalidad, de su estupidez. Y, de su costilla, en medio de una borrachera con el dios, sale la mujer del hombre que ha de invadir también la casa a la mañana siguiente.
La mujer es engreída, envidiosa, desconfiada. Su presencia altera el orden de todas las cosas y el ángel padece espasmos de ira por esa pareja absurda que ha llegado a romper la armonía  y a quienes el dios parece amar tanto. Es la mujer quien tienta al ángel y no a la inversa. Es la mujer quien provoca, quien la hace dudar, quien quiere entrar en el lugar sagrado a mirar la piedra que da vida aunque el ángel lo impide. Es la mujer quien lleva al hombre hacia ese lugar sagrado y, entre ambos, destruyen la piedra de la vida. Provocan la ira del dios, la clausura del lugar sagrado. Es el ángel quien los expulsa de la casa y es la mujer, retadora, quien no desea irse. Son los hijos del hombre y la mujer quienes invaden la casa, como antes han hecho sus padres, para pelear por una herencia. Son ellos, los hijos, por su propia lucha, quienes provocan que uno de los dos muera. Y Caín mata a Abel y, a partir de entonces, ya nada volverá a ser lo mismo. Y es la sangre fratricida derramada la que abre la puerta del infierno en el sótano de la casa.
Esa muerte inicia una nueva invasión. Familiares y amigos del hombre y la mujer hacen de la casa su lugar de luto y se apropian de ella. Como antes, los que llegan son una turba inconsciente que invade y destruye una casa que no es suya pero que asumen como tal, porque el dios así lo ha dispuesto: los ha convertido en los dueños y quitado al ángel toda potestad. 
En su locura, los invasores, lo mismo quieren pintar la casa de nuevo que destruirla. Por inconsciencia, que deriva en maldad, rompen las tubería y provocan un diluvio. El ángel, lleno de ira, logra expulsarlos a todos y, cuando por fin se han ido y sólo han quedado ella y el dios, consigue que el dios la conciba con un hijo de ambos que hasta entonces no ha sido posible. Hijo de dios y de ángel, más perfecto que aquella humanidad que ha estado a punto de destruirlo todo. La concepción devuelve la armonía perdida y el dios torna a crear; a escribir la historia que ha de dar a la humanidad como regalo: es un nuevo pacto con ella.
Pero la nueva obra regenera el caos. Al borde de una última cena entre el dios y el ángel, a punto del nacimiento del hijo, otra turba de humanidad fanática por la obra del dios vuelve a invadir la casa. Al dios sólo le importa ser adorado; se olvida del ángel, del hijo, de la casa, de todo. Entrega la casa a la turba, la convierte en dueña y ésta la toman sin piedad y sin pudor alguno. Roban, saquean, luchan entre sí, generan cultos, guerras, asesinatos, fratricidios, inmundicia: ellos mismos han creado su propio Apocalipsis con la complacencia del dios. 
En medio del caos, dentro del lugar sagrado, único sitio de la casa que aún no ha sido tomado, el ángel da a luz al hijo con la ayuda del dios. Un momento de calma. En la puerta del lugar sagrado, hay regalos para el hijo: la humanidad espera verlo y adorarlo como al padre. El ángel, que ahora es madre también del hijo, como antes lo ha sido de la casa, se resiste. Teme a esa turba inconsciente y absurda y el dios enfurece. El ángel queda dormido y el dios aprovecha para tomar al hijo y mostrarlo a la turba que, en su insensatez, al pasarlo entre sus manos, lo destrozan y lo matan y comen los pedazos de su carne en un acto ritual insoportable.
El ángel despierta y trata de salvar al hijo ya destrozado y devorado. Enfurece como nunca antes. Ataca a la turba que ataca a su vez para matar al ángel caído. El dios lo impide. Suplica al ángel que los perdone, que vea su arrepentimiento. Ella, el ángel, enfurecida, acusa a la turba y al propio dios de asesinato y es entonces que, llena de ira contra la estupidez humana y contra la adoración del dios para esos seres, baja al sótano, atraviesa el umbral del infierno y lo incendia todo. La humanidad no ha merecido aquella casa, aquel ángel, aquel hijo. Es el dios el único complacido de que lo adoren porque, para él, nunca nada es suficiente.
De los restos de aquel ángel incendiado, el dios rescata un corazón de cuyas cenizas surge una piedra, que es lo único que ha quedado para dar vida de nuevo y reconstruir un lugar sagrado, un paraíso, una casa en el centro del edén y una mujer. Ella es un ángel, luz bella, Luzbel, al servicio del dios, quien no parece estar satisfecho ni ser capaz de crear nada nuevo aunque lo intente y para quien ni ella ni nada es suficiente. Porque nunca nada es suficiente.
   

martes, 17 de abril de 2012

Días de gracia



Días de Gracia (México, 2011)
Director: Everardo Gout.

Hace mucho tiempo que una película mexicana no lograba sorprenderme. Dejé de verlas. Los mismos tópicos repetidos una y otra y otra vez. El policía corrupto, el narco, el pobre diablo escapando de todo eso y al final atrapado en la vorágine de la desgracia que se ha dado por llamar “la realidad mexicana”. Sumado a esto, la pesada sombra de los Iñárritu, los Cuarón, los Del Toro —sobre todo el primero—, cayendo sobre los hombros de los jóvenes cineastas tratando de imitarlos. Desde tiempos de Amores Perros, una incesante réplica de historias cruzadas, de historias sin futuro en una ciudad hostil, de perros.

Días de gracia incluye todos estos tópicos, pero tiene una gran virtud: está muy bien contada.

Las historias que se cruzan en la trama, están enlazadas por su principal protagonista: el tiempo narrativo. El mundial de futbol —un tópico más— sirve de vínculo entre ellas. Una herramienta que vale al espectador de enganche, de duda y de respuesta.

Como parafrasea la cita de García Márquez que abre la película: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y como la recuerda para contarla”. Y en Días de gracia la forma de ser contada transforma a la historia misma.

La pericia del realizador deja atrás los tópicos que utiliza para darles una forma distinta y logra atraparnos con su trama y mover el suelo de la inesperada temporalidad que nos envuelve en una atmósfera de incertidumbre resuelta por un cronista deportivo.

viernes, 28 de mayo de 2010

Dios existe



Llovía. Nadie se movió. Esperamos entre gritos a que la lluvia cesara. Al fin, después de 2 horas, apareció para confirmarnos por hora y media que, cuando quiere escuchar buena música, la compone él mismo.
Y cantamos a coro: Yo te esperaré, si es que para de llover.
Sir Charly García, Dios existe, sos vos.

martes, 12 de enero de 2010

Los abrazos rotos

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España, 2009.

Director: Pedro Almodóvar

En Almodóvar, la historia sólo es un pretexto para lo que verdaderamente quiere contar: una orgía permanente de estímulos visuales. Si su profundidad conceptual es limitada, no así su profundidad estética. Es ahí donde logra un abrazo con el arte que no se rompe nunca y que invita a dilatar la pupila en cada cuadro. «Las películas hay que terminarlas, aunque sea a ciegas», dice el protagonista. Bello eufemismo. Las imágenes de Almodóvar son una provocación constante. Incluso a ciegas.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Bastardos sin gloria

E.U.A. 2009
Director: Quentin Tarantino.
Sobre la irreverencia con la Historia, está una visión particular de la ética y la estética; sobre ellas una narrativa estructurada y tangible; sobre todo ello, el cliché, el estereotipo, reconstruye la esencia más pura de un personaje.
Un gringo fanfarrón con un grupo de asesinos impíos, un detective nazi insoportablemente exquisito, un héroe de la guerra y una judía que ha escapado de la muerte en plena segunda guerra mundial, y que encontrará circunstancialmente un móvil para una venganza, son los personajes conjugados que construyen una historia con una estética deliciosa y una ética irreverente.
Un macabro juego de imágenes, diálogos, personajes y narrativa que se superponen unos sobre otros para dar como resultado una película completa, pletórica de provocaciones hacia lo lúdico entre la belleza de la campiña francesa o la imagen deliciosa de una mujer en espera contra la trágica violencia que vendrá; entre el corte minucioso, preciso de un bocado, y la tensión que se aspira en el ambiente como posibilidad de un desenlace. ¿Qué es el cine si no eso? Un juego de imágenes que cuentan solas lo que las palabras no alcanzan a decir.

9

200px-9posterfinal (E.U.A, 2009)

Director: Shane Acker

Esta animación co-producida por Tim Burton cuenta la historia de nueve pequeños seres que tienen que luchar contra una máquina que ha destruido al mundo por completo.

Además del sentido clásico de heroísmo y de la lucha por la supervivencia, es posible encontrar, aun de modo exiguo, lo que da al ser humano su sentido de existencia y que es aquello que es posible reconstruir el mundo.